En lugar de comportarse con la institucionalidad que corresponde, Melella envió a sus funcionarios y a gremios kirchneristas a organizar actos de repudio contra la presencia del Presidente. Un accionar que no solo resulta mezquino e irresponsable, sino que además constituye una actitud abiertamente antidemocrática, impropia de un gobernador que debería representar a todos los fueguinos.
La postal fue contundente: de un lado, Milei abrazado por los trabajadores, celebrando el esfuerzo, alentando la esperanza y construyendo futuro; del otro, un puñado de burócratas y agitadores intentando frenar con insultos y violencia el cambio que ya eligió la mayoría del pueblo argentino.
La conducta de Melella es el símbolo más claro de las viejas prácticas de la política decadente: intolerancia, agresión y desconocimiento de la voluntad popular. Frente a eso, Milei volvió a responder con lo que lo caracteriza: la energía de la libertad, el respaldo genuino de la gente y la convicción de que la Argentina no volverá atrás.