La empresa fue clara: no hay motivos laborales de fondo, solo una embestida política de quienes se resisten a que la Argentina empiece a caminar hacia un modelo eficiente, transparente y sustentable. Lo paradójico es que esta medida ocurre justo cuando Aerolíneas alcanza por primera vez desde su estatización un resultado operativo positivo, demostrando que, sin la intermediación parasitaria de los amigos del poder, la eficiencia es posible.
¿Dónde estaba esta beligerancia gremial cuando los gobiernos anteriores hacían volar a Aerolíneas rumbo a déficits anuales de más de 400 millones de dólares? ¿Dónde estaban las denuncias y los paros cuando se fundía la empresa mientras se enriquecían los mismos de siempre?
Pablo Biró, titular de APLA, representa lo peor del sindicalismo argentino: el que no defiende al trabajador, sino al privilegio; el que no busca diálogo, sino extorsión; el que no acompaña el cambio, sino que lo sabotea. Este paro no responde a un conflicto real, sino a una estrategia de desgaste de quienes quieren volver a un modelo de dependencia estatal infinita, donde el contribuyente financia déficits y los sindicalistas manejan la agenda.
La Argentina del futuro no tiene lugar para estas prácticas. El país que queremos construir exige responsabilidad, vocación de servicio y respeto por el ciudadano que paga sus impuestos y que simplemente quiere volar, trabajar o disfrutar unos días de descanso.
No se trata de callar reclamos legítimos. Se trata de terminar con las mafias disfrazadas de sindicatos que utilizan herramientas de presión para conservar poder, aun a costa del bienestar de millones. Es hora de decir basta. Y es hora de avanzar.
Foto: Fabián Marelli – LA NACIÓN