En un hito que marca un antes y un después en la historia de la compañía, Aerolíneas no solicitó fondos del Tesoro Nacional y proyecta cerrar el año con superávit operativo. ¿La clave? La aplicación de criterios de gestión empresarial serios, alejados del populismo y el gasto descontrolado que caracterizaron la administración de la empresa durante más de una década.
De símbolo del despilfarro a ejemplo de eficiencia
Durante años, Aerolíneas fue usada como caja política y botín sindical. Desde su estatización en 2008, la empresa acumuló más de 8.000 millones de dólares en subsidios, una cifra escandalosa en un país que ha lidiado con déficits fiscales crónicos, inflación galopante y pobreza estructural.
La gestión anterior, encabezada por La Cámpora hasta diciembre de 2023, dejó una compañía con una pérdida operativa de 390 millones de dólares solo en su último año.
Hoy, gracias a una transformación profunda y valiente, la historia empieza a cambiar. Aerolíneas redujo su plantilla a los niveles más bajos en 15 años mediante dos programas de retiro voluntario que eliminaron 1.600 puestos, incluidos 85 cargos jerárquicos innecesarios. También se cerraron oficinas comerciales y se eliminaron rutas deficitarias, priorizando las operaciones rentables.
El resultado: un margen operativo del 22,7%, que ubica a la empresa al nivel de las principales aerolíneas de la región.